martes, 4 de noviembre de 2014


Valoración Y Otorgamiento..

 


Realmente no se...yo no veo al amor como un objeto, más bien yo lo veo como una actitud, como una manera de valorar algo. Como una respuesta afirmativa hacia "El objeto de amor". El amor siempre afirma la bondad de ese objeto de un modo bastante especial Algunas gentes dicen que el Amor busca lo que es valioso en lo amado. Otras dicen que el Amor crea el valor en la medida en que hace de lo amado algo objetivamente valioso en algún aspecto.
Pero bueno....para no enredarnos con palabras, ya que a veces la palabra "Amor" significa un gran gusto, como cuando alguien dice que le gusta lo que está comiendo. Otras tantas significa un deseo obsesivo, como cuando un neurótico cuenta que no puede controlar sus sentimientos por una mujer. Supongo que en estos casos como en otros similares, la palabra no afirma la bondad del objeto. Gustar mucho de algo no es lo mismo que considerarlo bueno, y el objeto de un deseo obsesivo puede resultar atractivo precisamente porque se percibe como malo. Supongo que estas maneras de entender el Amor son únicamente periféricos al concepto del Amor (que es una respuesta positiva hacia el objeto que se ama).
En la manera en que amamos a alguien, se encuentra implícito un acto de estimación, de anhelo, de que algo nos importa realmente.
¿Pero que es valorar o Evaluar?
Pensemos en que hace una persona cuando tasa el precio de una casa. Comúnmente establece diversos datos (si se trata de un buen comprador): el tamaño del edificio, su estado físico, el costo de las reparaciones si las hubiera quehacer, su cercanía a escuelas y centros de abasto, entretenimiento, vías de comunicación etc. Después, esa persona procede a sopesar todos esos datos de acuerdo a la importancia que ellos tengan para una hipotética sociedad de compradores potenciales. A los expertos en esta actividad se les denomina tasadores y la actividad propiamente dicha es una tasación o apreciación a través de la cual trata de encontrar un valor objetivo que las cosas tienen en relación con una u otra comunidad de intereses humanos. De alguna manera ese valor es "objetivo" por qué, si bien existe solo en la medida de que hay personas a las que les interesa la casa, la estimación es susceptible de una verificación pública. Y en tanto coincidan acerca de las circunstancias. Todos los evaluadores honestos tendrían que llegar a una estimación similar, independientemente de sus propias percepciones de la casa en particular.
Imaginemos ahora que la persona que establece el precio no es un tasador sino un comprador en potencia. El precio que este establezca no coincidirá necesariamente con el del tasador por que el posible comprador va más allá de la estimación del valor objetivo, ya que decide lo que la casa vale para él. En la medida en que sus preferencias difieren de las de otras personas, la casa tendría para él un valor diferente. Con la introducción de esos aspectos creo que se puede relacionar al objeto con los intereses particulares e idiosincráticos de una sola persona, sus gustos, sus necesidades, sus exigencias, sus deseos. En último término, todo valor objetivo depende de intereses de esta clase. La comunidad de compradores cuyas inclinaciones el tasador ha de de calibrar, es únicamente una clase de individuos. El tasador meramente predice lo que es probable que cada uno de ellos pague por la casa.
Al mismo tiempo, cada comprador ha de tener algo de tasador porque ha de tener al menos una idea aproximada del precio que otros compradores adjudicaran a la casa. Además cada persona ha de ponderar y, por lo tanto, apreciar la importancia relativa de sus propios intereses particulares y ha de estimar si la casa puede satisfacerlos. En principio, esos juicios son verificables. También son susceptibles de error, por ejemplo, cuando alguien cree que algunos deseos le importan más de lo que le importan en realidad, o cuando espera obtener mayores beneficios de un objeto de los que este le puede proporcionar. A la decisión de lo que algo vale para uno mismo la podemos denominar "apreciación individual" y difiere de lo que hace el tasador ya que aquella determina un valor puramente individual, opuesto a cualquier valor objetivo.
Ahora con todo lo anterior en mente, yo pienso que el amor crea un nuevo valor, que no es reductible al valor individual u objetivo que algo también pueda tener. A este tipo ulterior de valoración se le llama otorgamiento. El valor individual y objetivo depende de la capacidad que tenga un objeto de satisfacer intereses previos, necesidades, deseos, exigencias, o cualquier cosa que nos motive hacia un objeto y no hacia otro. El valor otorgado es diferente y se crea mediante la relación afirmativa misma, mediante el propio acto de responder favorablemente, concediendo a un objeto una importancia emocional que lo impregna todo, al margen de la capacidad que ese objeto tenga de satisfacer nuestros intereses. En este caso no tiene sentido hablar de verificabilidad y , aunque el otorgamiento muchas veces puede ser ofensivo, improcedente y hasta inmoral, no puede ser erróneo de la manera en que una apreciación podría serlo. En el aspecto que contemplo, es únicamente la valoración la que crea el valor.
Tal vez si pensamos en lo que sucede cuando a alguien le llega a gustar la casa que ha comprado. Además de ser algo para usar, algo que gratifica deseos previos, adquiere un valor especial para esa persona. Ahora es su casa y no simplemente una posesión o un cobijo, sino algo que le importa, una parte de su vida afectiva. Claro que también nos importan los objetos de mera utilidad. Los necesitamos por los beneficios que nos proporcionan. Pero en el proceso de amar, las personas establecen otro tipo de relación. El objeto se vuelve un foco de atención y es probable que en un objeto de compromiso personal. Por simplemente involucrarse de ese modo, la persona otorga un valor a la casa quede este modo, la persona otorga un valor a la casa que no hubiera podido tener de otra manera.
Podríamos decir que el propietario de la casa actúa como si la casa fuera valiosa "por si misma" y en cierto lo es porque el valor que el propietario otorga no depende de la capacidad que tenga la casa de satisfacer. No es que el Amor necesite disminuir esa capacidad. Al contrario, es frecuente que la aumente, proporcionando oportunidades de disfrutar que hubieran sido imposibles sin el vínculo peculiar en que el otorgamiento consiste. Como le importa la casa, la persona puede encontrar modos nuevos y más satisfactorios de vivir en ella. Y a su vez, el objeto consigue una especie de autonomía. La casa adquiere una presencia y alcanza una dignidad. Expresando demandas y pudiendo acaso llegar a parecer que tiene una personalidad, con necesidades propias. Al complacer esas necesidades (restaurándola y arreglándola) puede que el propietario de la casa no se guíe por ninguna otra consideración.
Algo similar sucede en el amor entre los seres humanos. También las personas pueden ser objeto de apreciación y se puede llegar a valorarlas más allá de la apreciación de uno.
Cuando decimos que una mujer es bella o que un hombre es guapo, o que un hombre o una mujer es bueno en algún otro aspecto, adscribimos un valor objetivo. Esta será siempre una función de alguna comunidad de intereses humanos, aunque podamos tener dificultad en especificar cuál. En todas las comunidades las personas tienen un valor individual unas para otras. Somos medios para las satisfacciones unos de otros y nos evaluamos constantemente unos a otros basándonos en nuestros intereses individuales. Por muy sutilmente que lo hagamos, siempre estamos poniéndonos precio unos a otros y a nosotros mismos. Pero también otorgamos valor a manera de amor. Entonces respondemos al otro como algo que no puede ser reducido a cualquier sistema de apreciación. El que ama adquiere un interés en el otro como persona y no simplemente como mercancía, lo cual también puede serlo (me refiero al que ama como hombre y a lo amado como mujer, por supuesto que puede ser al revés, pero así simplifico gramaticalmente). El otorga importancia a las necesidades de ella y a los deseos de ella, aun cuando estos no favorezcan la satisfacción de los suyos propios. Cualquiera que sea la personalidad de ella, él le confiere un valor que no tendría al margen de la actitud amorosa de él. En relación con el amante, la persona amada se ha vuelto valiosa por sí misma.
Así pues, cuando las personas aman, se otorgan valor unas a otras por encima y más allá de su valor objetivo e individual.

La reciprocidad del amor tiene lugar cuando cada uno de los participantes recibe un valor otorgado a la vez que se lo otorga al otro. Siempre se ha re conocido que la reciprocidad es un resultado deseado del amor. Sin embargo, como esto no necesariamente ocurre, yo defino al amante como aquel que otorga el valor y a la amada como aquella que lo recibe. El amante hace valiosa a la amada ligándose a ella y comprometiéndose. Aun cuando puede que ella satisfaga sus necesidades, él se niega a utilizarla como un simple instrumento. Amar a alguien como persona es desearla a causa de los valores que la apreciación pueda descubrir y, pese a ello, situar el propio deseo en un contexto que afirma la importancia que ella tiene con independencia de esos valores..Eventualmente, puede que la amada ya no nos importe como alguien útil y, al tratarla como un fin, podemos pensar únicamente en cómo podemos serle útiles a ella. Aun así, somos nosotros los que pensamos, actuamos y damos esa respuesta afirmativa. Es solo en relación con nuestro otorgamiento que la otra persona goza del tipo de valor que el amor crea.

Cuando digo que el amor otorga valor, no me estoy refiriendo al hecho de que los amantes derraman cosas buenas sobre las personas a las que aman. A veces los regalos pueden simbolizar amor, pero nunca prueban la existencia del mismo. Amar no es sinónimo de dar. Además que cuando decimos que el amante se entrega es algo equivoco. El amor no es necesariamente auto sacrificio. Cuando digo que el amante responde afirmativamente a su amada, el amante crea algo y no pierde necesariamente algo en el. Otorgar valor es aumentar el propio ser así como el de la persona amada. El otorgamiento genera una nueva sociedad por la pura fuerza del vínculo emocional, una sociedad que hace posible que los amantes desechen muchas de las convenciones que por lo común los hubiera separado. Pero esa intimidad es solo uno de los criterios mediante los que se puede identificar el otorgamiento.
El otorgamiento de valor se manifiesta se manifiesta de muchas maneras diferentes. y no todas ellas tienen que tener lugar siempre al mismo tiempo o con igual fuerza: por la preocupación acerca de las necesidades y de los intereses de la persona amada, por el deseo de favorecerla o protegerla, por deleitarse con los logros de ella, alentando su independencia sin dejar de aceptar y sostener su dependencia, por el respeto a su individualidad, dándole placer y compartiendo placeres con ella, alegrándose cuando ella está presente y entristeciéndose cuando se encuentra ausente, compartiendo ideas y emociones con ella, simpatizando con su debilidad y dependiendo de su fuerza, mediante la elaboración de metas comunes, permitiendo que ella se convierta en una segunda naturaleza para el (sus sonrisas, enojos y altibajos), mediante la necesidad de compartir amistades, por el deseo mutuo de tener hijos que puedan perpetuar el mutuo amor que se tienen. Ninguna de estas actitudes es necesaria ni suficiente, pero cuando ocurren nos dan razón para pensar que ha tenido lugar un acto de otorgamiento.

Mediante el otorgamiento, los amantes tienen una vida junta. El amante confiere a la persona amada el tributo de expresar los sentimientos de él respondiendo a los de ella. Si él envía a su amada regalos, este gesto significara que el aprecia lo que ella estima; si él se sacrifica por ella, significa cuanto le importa su bienestar. Es como si el anunciara que lo que es auténtico para ella también lo es para él. El amante otorga a la escueta personalidad de la amada una trama de valor que emana de él, pero que está dirigida a ella. Los amantes se detienen en atributos que habrían podido pasar inadvertidos. Ya sea sensual o cortes, apasionada o serena, brisca o tierna, la respuesta del amante es ferviente de manera variable, pero gratuita de manera constante. Esa respuesta dignifica a la persona amada tratándola como alguien, con todo el énfasis que implica.
Aunque independientemente de nuestras necesidades, la persona amada también es el objeto significante de nuestra atención. Nos mostramos receptivos a las peculiaridades de ella en la medida en que estamos dispuestos a responder a ellas. La respuesta es en sí misma una especie de afirmación, aun cuando emita emociones desagradables como la ira y los celo, que no tienen que serán antitéticas al amor, sino que incluso pueden ser signos de él. Solo cuando rechazamos a la otra persona, reduciéndola a nada o expresando indiferencia, el amor desaparece por qué entonces, en vez de estar otorgando valor, lo retiramos.
Pero, es frecuente que se dé una confusión entre otorgamiento y apreciación, tal vez porque ambos son tipos de valoración. El amor se relaciona con ambos, que se entrelazan en él. Si no apreciamos no podemos otorgar un valor que trascienda la apreciación, y sin otorgamiento no habría amor. Se puede hablar de amantes que se aceptan tal como son, pero esto no significa una sumisión ciega. En el amor atendemos a la persona amada, en el sentido de que respondemos a lo que ella es. Para que el esfuerzo prospere, tiene que ir acompañado de apreciaciones justificables, tanto objetivas como individuales. La belleza y la bondad objetiva de su amada deleitaran al amante, así como sus deficiencias de su amada le trastornaran. En ella, como en cualquier otro ser humano, estas propiedades son importantes ¿Cómo va a saber el amante que son sin un sistema de apreciaciones? ¿O cómo ayudar a la persona amada a que reconozca sus potencialidades, suponiendo que eso es lo que ella quiere? por supuesto que al amar a alguien, al otorgarle valor, el amante siempre "acentúa lo positivo" en la amada sufriendo un involucramiento personal que un espectador desinteresado no sentiría. De alguna forma estaría íntimamente concernido sobre el aumento de las virtudes y la disminución de los vicios de la amada. Pero nada de lo anterior sería posible sin apreciaciones objetivas.
El papel que desempeña la apreciación individual es aún más importante. La persona a la que amamos en general satisface nuestras necesidades y deseos, y eso sucede sin que ninguno de nosotros se dé cuenta de la plena dimensión de esas satisfacciones. Además, es probable que todo valor individual este basado de algún modo en efectos inconscientes. Si esto es así, la experiencia que tenemos de otra persona abarca una red amplia de evaluaciones personales que están en proceso continuo y son accesibles a la conciencia. Nuestros intereses son gratificados o se frustran a cada momento, se realizan o desmoronan, se fortalecen o debilitan en relación con la otra persona. El valor individual raras veces es estable. Cambia de acuerdo con el éxito o el fracaso en obtenerlo que queremos y, a medida que eso sucede, cambia también la percepción que tengamos de la persona amada. Aunque el amante otorga valor al ser amado en tanto persona aparte y autónoma, ella siempre será una persona en la experiencia de él, una persona a la que necesita y que lo puede necesitar, una persona cuya naturaleza misma puede llegar a ajustarse a sus inclinaciones y viceversa. Es probable que la actitud amorosa abarque más o menos, apreciaciones individuales que cualquier otra.
Para la gente de sentido común, es muy desconcertante que el amor no se limite a algún valor precedente en el objeto. La idea va contra nuestras maneras intencionales de pensar, Si lo que quiero es beber buen tequila lo mejor es consumir uno 100 % de agave que otro que no lo sea. Mi elección esta dictaminada por una bondad objetiva en el champaña francés. Si en vez de ello, lo que deseo es economizar, actúo con sensatez si escojo la bebida más económica. Actuamos así cuando nos valemos de medios intencionales para conseguir una buena vida, que cubre una parte importante de nuestra existencia. Pero el amor, a diferencia del deseo, no es totalmente intencional. Dentro de la estructura total de la vida humana, puede servir de lubricante para actitudes intencionales, promoviendo sus objetivos a través de nuevos intereses que prometen nuevas satisfacciones.. Pero al crear valor, al otorgarlo pródigamente, el amor introduce un elemento de riesgo en la economía. Las actitudes intencionales son seguras, salvaguardadas, como el dinero en el banco. La actitud amorosa es especuladora y siempre peligrosa. El amor no es práctico y a veces bordea la locura. Tomamos nuestra vida en nuestras manos cuando permitimos que el amor se entrometa en nuestras costumbres intencionales. Sin amor, la vida no valdría la pena ser vivida, pero sin intencionalidad, no habría vida.

Irving Singer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario