jueves, 30 de octubre de 2014

El problema con la autoestima

 

 



Antes de hablar de  el autoconcepto, la autorregulación, la identidad y el ser un agente, será de utilidad hacer una pausa y desafiar una creencia fundamental que apoyan muchas personas: a saber, que la mejor manera de aumentar la motivación de otra persona es aumentando su autoestima.

Maestros, empleadores y entrenadores deportivos consistente y entusiastamente dicen que la manera de motivar a sus alumnos, trabajadores y atletas es por medio de aumentar su autoestima; hacerlos sentir bien con quienes son.
Después, siéntese a observar en la medida que se manifiestan toda serie de cosas sorprendentes.
Aumentar la autoestima es una meta más que adecuada.
Después de todo, se correlaciona de manera positiva con ser feliz .
Sin embargo, el problema con aumentar la autoestima como intervención motivacional es que “casi no existen hallazgos que indiquen que la autoestima causa cualquier cosa. Más bien, la autoestima está ocasionada por un sinnúmero de éxitos  y fracasos…


Lo que se necesita mejorar no es la autoestima, sino nuestras habilidades [para tratar con] el mundo”. En otras palabras, en la relación entre autoestima y autofuncionamiento, la autoestima no es una variable causal. Es más como un marcador o tablero que muestra qué tan bien o mal están marchando las cosas. Siguiendo ese mismo sentido, un par de investigadores concluyeron que la autoestima “es, principalmente, una consecuencia de la acumulación de éxitos y fracasos relacionados con logros”.

El punto importante a considerar es que entre estas dos citas está la dirección del efecto causal entre autoestima y logros (productividad). La autoestima y el logro se relacionan de manera positiva entre sí ;
 No obstante, los aumentos en autoestima no producen aumentos correspondientes en logros; más bien, aumentar los logros produce aumentos correspondientes en autoestima .

La autoestima refleja cómo nos está yendo en la vida, pero no es la fuente de motivación que les permite a las personas hacer que su vida vaya bien. Sencillamente no hay evidencia alguna que indique que elevar la autoestima de las personas mejore su funcionamiento.

La baja autoestima no es nada celebrable, ya que las personas con baja autoestima tienden a sufrir niveles inusualmente elevados de ansiedad. El beneficio principal de la alta autoestima es que sirve como barrera que protege al sí mismo de la afectividad negativa, como la depresión y la ansiedad .

Así, la baja autoestima deja a la persona vulnerable a los embates de la ansiedad y la depresión. Pero, sencillamente, que la baja autoestima sea mala no significa que los intentos por inflarla sean buenos. De hecho, la autoestima crecida tiene su lado oscuro. Las personas con autoconceptos inflados están significativamente más propensas a la agresión y a los actos de violencia cuando sus conceptos
propios favorables se ven amenazados.

Por ejemplo, cuando las personas con una autoestima muy alta perciben que se les acaba de ridiculizar o “faltar al respeto” en público, se vuelven inusualmente propensas a actos de agresión vengativos. Por estas dos razones —que los aumentos en autoestima no provocan nada notable y que las amenazas al autoconcepto inflado sean un preludio a la violencia vengativa— la empresa de aumentar la autoestima está sobrevalorada.

Si la lógica anterior es cierta, entonces vale la pena preguntar, en primer lugar, cómo se inició el “movimiento de la autoestima”. El movimiento tiene sus raíces en 1986, cuando el estado de California decidió aumentar la autoestima de todos los residentes del estado como  estrategia para reducir el fracaso escolar, la dependencia sobre las instancias de asistencia social, los delitos, los embarazos no deseados y la adicción a las drogas.

La idea era que casi todos los problemas psicológicos se podían atribuir a la baja autoestima de las personas.
Siguiendo este camino (sin ninguna evidencia empírica que lo sustentara), los programas para aumentar la autoestima explotaron en escena en forma de programas como Upward Bound (Hacia arriba), Head Start (Ventaja inicial), el Early Training Project (Proyecto de capacitación temprana) y, posiblemente, esos intentos motivacionales incansables que se tuvieron que soportar en la escuela en el nivel primario (“¡Soy alguien!”).

Para el momento en que los datos empíricos se habían puesto al corriente de estos programas para comprobar su eficacia, los resultados mostraron que fracasaban miserablemente al tratar de aminorar los problemas sociales identificados por la legislatura del estado de California.


Al final de cuentas, la mejor conclusión a ofrecer es que la autoestima es como la felicidad; y tratar de ser felices no nos lleva muy lejos. Más bien, la felicidad es un producto secundario de las satisfacciones, triunfos y relaciones satisfactorias de la vida.

 En ese mismo sentido, la autoestima existe como producto final del funcionamiento adaptativo y productivo del sí mismo. Es un producto secundario al compararse de manera exitosa con las aspiraciones personales y las normas culturalmente dictaminadas .
Lo mismo sucede respecto de los seis aspectos del bienestar psicológico que se mencionaron antes; autoaceptación, relaciones interpersonales positivas, autonomía, dominio, empeño y crecimiento personal.


 Fuente: Motivacion y Emocion. Johnmarshall Reeve.



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